EL ENTRENAMIENTO OCLUSIVO (KAATSU) A LA PALESTRA
A menudo ocurre que surgen nuevas propuestas y métodos de entrenamiento emanados de la propia práctica y empirismo, hasta que un día consiguen despertar el interés de los científicos y expertos en ciencias del ejercicio físico que empiezan a dar los primeros pasos para someterlo al método científico -casi siempre con cierto retraso temporal respecto a su aplicación y conocimiento-, aspecto el cual permite validar la eficacia y seguridad de su praxis y que el conocimiento científico siga enriqueciendo las posibilidades de mejorar nuestra salud y bienestar.
Introducción.
El entrenamiento oclusivo o Kaatsu es una técnica de entrenamiento popularizada en Japón y creada por Yoshiaki Sato hace aproximadamente 12 años, la cual se basa en la restricción u oclusión del flujo sanguíneo – tanto aferente como eferente – durante un ejercicio de baja intensidad [1]. En occidente y en la literatura científica este método de entrenamiento también es conocido por diversos nombres, como “entrenamiento con restricción del flujo sanguíneo”, “entrenamiento oclusivo o en oclusión”, “entrenamiento con oclusión vascular”, “entrenamiento isquémico o entrenamiento con isquemia local”. Esta peculiar técnica se desarrolló originalmente gracias a subvenciones estatales adscritas a un plan para el incremento de la autonomía de los ancianos japoneses [1]. Por tanto, el entrenamiento oclusivo nace como un método novedoso y alternativo para poblaciones que no sean capaces de movilizar cargas de alta intensidad [2].
Para restringir temporalmente el riego sanguíneo hacia la musculatura afectada se utilizan distintos medios, como por ejemplo bandas elásticas, cinchas de velcro, o torniquetes neumáticos electrónicos o manuales en la parte proximal de la extremidad que se desea entrenar, lo cual induce una situación de hipoxia local, siendo esta característica tan inconfundible lo que lo hace diferente del resto de métodos o técnicas de entrenamiento neuromuscular existentes. La restricción del flujo sanguíneo u oclusión vascular es una maniobra que supone una disminución del aporte de oxígeno (hipoxia local), de nutrientes y del aclarado metabólico de la musculatura sometida a tal esfuerzo que incrementa sustancialmente el estrés fisiológico, especialmente a nivel metabólico (al contrario que el entrenamiento convencional que incrementa fundamentalmente la carga o estrés mecánico).
Además, y curiosamente, con intensidades relativamente más bajas (20-50 % 1RM) a las tradicionalmente recomendadas en el entrenamiento convencional para la mejora de las prestaciones de fuerza e hipertrofia (>70% 1RM) [11], se pueden inducir mejoras similares [3, 4, 5, 6]. Por otro lado, un efecto crónico muy particular de esta técnica de entrenamiento, y citado en el único meta-análisis que aborda esta temática hasta la actualidad [10] – el cual recoge los resultados de 11 estudios que cumplieron los criterios de inclusión del mismo-, afirma que las adaptaciones neurales inducidas por el entrenamiento oclusivo no tienen lugar al comienzo del programa de entrenamiento (al contrario de lo que sí sucede con los programas de entrenamiento tradicional), y por tanto las ganancias iniciales de fuerza pueden ser explicadas fundamentalmente por los aumentos de masa muscular que suceden con antelación.
Mecanismos explicativos de la respuesta hipertrófica.
Aún no se han esclarecido los mecanismos definitivos a través de los cuales este tipo de entrenamiento es capaz de inducir hipertrofia muscular, aunque algunos de los mecanismos propuestos más probables por la literatura científica son la acumulación metabólica inducida por la restricción del aclarado venoso y el incremento de la tasa de síntesis proteica [2]. Igualmente, parece que el ambiente hipóxico solicita un mayor número de fibras rápidas activadas para generar un determinado nivel de fuerza [7], y por tanto puede ser otro mecanismo explicativo. La respuesta hormonal incrementada parece también poder intervenir en el proceso de hipertrofia después del entrenamiento en isquemia, aunque no se ha demostrado que la GH sea responsable de incrementar la síntesis proteica, ni que tenga una influencia directa en el proceso de hipertrofia muscular [8]. Por tanto, debido a la falta de evidencias de que su efecto anabólico sea directo, parece poco probable que la vía de la GH sea la única que participe en el proceso de hipertrofia muscular [1], por lo que aún no se ha establecido la contribución real al crecimiento muscular de la elevada secreción de GH inducida por el entrenamiento oclusivo [2]. Por todo ello, es muy probable que varios de estos mecanismos fisiológicos se conjuguen para generar las adaptaciones hipertróficas.
Utilidades y limitaciones del entrenamiento oclusivo.
Existen estudios científicos que apuntan incrementos de la masa muscular significativos y más rápidos en el tiempo (a los que se asocia también ganancias de fuerza, aunque generalmente inferiores a las del entrenamiento tradicional) que con medios y métodos tradicionales sin oclusión y elevado número de repeticiones, incluso con actividades de muy baja demanda o intensidad neuromuscular como la marcha y el pedaleo cuando se le añade la oclusión vascular [9, 10]. Este hecho puede tener interesantes aplicaciones no sólo para poblaciones sanas (deportistas o sedentarios) sino también para poblaciones que no puedan soportar el estrés mecánico o cardiovascular inducido por el entrenamiento de alta intensidad [2], o para recuperar o preservar la masa muscular tras un periodo de desuso o inmovilización (personas mayores, sujetos en períodos de rehabilitación, etc.).
No obstante, algunas de las posibles limitaciones de su uso pueden estar en que esta “modalidad” de entrenamiento no permite entrenar todos los músculos del cuerpo (no podemos aplicar la oclusión en la musculatura proximal del tronco, el dorsal ancho, por ejemplo), y que las adaptaciones de tipo neural que provoca son reducidas, con el inconveniente que pueda conllevar para favorecer una transferencia específica a la práctica deportiva. Para determinar su posible utilidad al ámbito del rendimiento deportivo son necesarios más estudios que comparen las adaptaciones inducidas del entrenamiento oclusivo con las producidas por el entrenamiento tradicional de fuerza de elevada intensidad.
Prescripción de la dosis de ejercicio oclusivo.
Tratando de recoger las características de los protocolos de entrenamiento oclusivo que la mayoría de los estudios han aplicado con resultados positivos sobre la fuerza e hipertrofia muscular mostramos los siguientes componentes o parámetros de la dosis [1, 2, 10]:
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Frecuencia de entrenamiento: 1 sesión por día de 2 a 3 veces por semana.
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Presión o nivel de la oclusión: 100-240 mmHg.
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Intensidad (%1 RM): 20-50%.
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Repeticiones por serie: 15 a 30 o más.
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Volumen: 3 a 5 series al fallo (60-70 repeticiones por sesión).
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Densidad: 30 a 60 s. (descanso inter-serie)
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Velocidad de ejecución: 2:2
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Tiempo total de la sesión: 10 a 15 m.
Seguridad del entrenamiento oclusivo.
Por último, otra cuestión que puede suscitar reticencias y alarma es todo aquello relacionado con la seguridad y los posibles efectos adversos o contraindicaciones de este tipo de entrenamiento. Al respecto, la oclusión parcial en combinación con el entrenamiento de baja intensidad no parece suponer un riesgo para la salud cardiovascular, ya que tanto la respuesta cardiovascular central, como la activación de factores de coagulación están muy por debajo de los niveles registrados tras entrenamientos de media y alta intensidad [2]. Para apoyar aún más esta cuestión, una revisión reciente del grupo de Loenneke y colaboradores (2011) sobre los aspectos de seguridad de este tipo de entrenamiento concluyó que el entrenamiento oclusivo no presenta mayor riesgo que el entrenamiento tradicional [12]. Sin embargo, tenemos que decir también que falta más investigaciones que garanticen la seguridad de su aplicación a personas con distintos niveles de riesgo cardiovascular y tipos de poblaciones clínicas (y a largo plazo), por lo cual tendremos que seguir esperando.