Interacción entre ganancia de masa grasa y disminución de la masa muscular
Sin duda alguna, a día de hoy, parece que ya no podemos hablar de obesidad, sino de obesidad sarcopénica. En este sentido, la pregunta que yo me hago es ¿Cómo influye la pérdida de masa muscular en la ganancia de masa grasa o, viceversa, por qué mecanismos la ganancia de masa grasa influirá en el catabolismo muscular?
Como punto de partida, debemos de considerar que la capacidad de producir fuerza se asocia significativamente con parámetros inflamatorios. En este sentido, Schaap y col. (2006) encontraron una asociación entre la capacidad de producción de fuerza y los niveles de interleukina-6 y de proteína C-reactica. De hecho, entre los factores relacionados con la sarcopenia, además factores relacionados con el sistema nervioso central –como pudiera ser la pérdida de unidades motoras-, se han propuesto factores relacionados con un estilo de vida sedentario; pero, también, un descenso en los valores de hormonas anabólicas y un incremento de parámetros inflamatorios, como proteína C-reactiva, TNF, IL-1 o IL-6 (Roubenoff y Meredith, 2000).
De hecho, Rolland y col. (2009) han propuesto, como los parámetros inflamatorios mediarían en una doble dirección. Así, la acumulación de grasa, que podría ser debido al incremento de la masa grasa o del propio sedentarismo, elevaría los niveles de los parámetros inflamatorios (Yudkin y col., 2000). De este modo, éstos parámetros, disminuirían la fuerza y masa muscular (Cesari y col., 2005). Así, las citokinas proinflamatorias secretadas por los adipocitos (Mohamed-Ali, Pinkney y Coppak, 1998; Reuben y col., 2003) estimularían el catabolismo muscular (Bullo-Bonet y col., 1999; Hotamisligil, 1999; Roubenoff, 2003), activando un círculo vicioso que conduciría a una sarcopenia acelerada y aumento del peso en forma de grasa (Chung y col., 2013).
Así, las citokinas proinflamatorias se asocian tanto con la masa grasa, al tiempo que lo hacen de forma inversamente proporcional con la cantidad de masa muscular (Cesari y col., 2005). No obstante, deberíamos de remarcar que, muchos estudios, han encontrado relaciones todavía más importantes en la relación entre estos parámetros con la fuerza muscular que con la masa muscular (Schaap y col., 2006; Schrager y col., 2007). Así, deberemos de prestar mucha atención, además de preservar unos niveles adecuados de masa muscular, una adecuada calidad muscular.
Sin duda alguna, más que una explicación como proponen Rolland y col. (2009), el origen de este círculo vicioso sería la adopción de un estilo de vida sedentario. Así, el ejercicio regular, deberíamos de considerar que, además de incrementar el gasto por actividad física, evitaría una reducción del gasto energético (por limitar la pérdida de masa muscular), evitaría la ganancia de grasa y, en última instancia prevendría la obesidad sarcopénica (Robenoff y Meredith, 2000).
En este sentido, está más que justificado la promoción de un estilo de vida saludable, en combinación con un ejercicio de resistencia cardiovascular, pero siempre junto a un programa de entrenamiento de la fuerza. Y es que, como hemos dicho, parece que la capacidad de generación de fuerza, podría ser un elemento clave en este proceso. Al tiempo que, no deberíamos de olvidar que el trabajo de fuerza estimula a las fibras musculares tipo II que son las que evolutivamente tienden a disminuir (Doherty, 2003).